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El Ángel de nuestro nacimiento

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Leyenda Sufí

Dice un viejo cuento sufí que antes de venir al mundo, cuando un niño está en el vientre de su madre, nadando en el feliz aislamiento del vientre materno, tiene todo el conocimiento del mundo.

Sabemos el número exacto de cuántas estrellas hay en el firmamento, cuántas gotas hay en la mar de este planeta y cuantos granos de arena en el desierto.

Conocemos todos los misterios del cielo y las estrellas, sabemos la historia del hombre, poseemos las respuestas a todos los arcanos y misterios que espolean la imaginación de la humanidad desde hace milenios y hasta la última letra de las Enseñanzas.

No hay misterio sobre la faz de la tierra que desconozca, ni misterio en el cielo o en el mar que no pueda resolver.

Somos omniscientes, y lo seguimos siendo todavía durante algún tiempo poco antes de nacer…

Por qué cuando estás a punto de nacer, tu ángel de la guarda baja del cielo y colocando un dedo sobre tus labios sella todo su conocimiento dentro, y lo extrae como con un aspirador, todo ese conocimiento almacenado en nuestras cabecitas ahora ya no está, y él mientras tanto nos susurra al oído «¡Ssshh! ¡No cuentes lo que sabes! ¡Olvida! ¡Aprende!»

Los sabios sufíes enseñan que esta circunstancia explica dos cosas: la primera, que no seamos capaces de recordar nada de los primeros compases de nuestras vidas; la segunda, la pequeña muesca que todos los seres humanos poseemos entre la nariz y el centro del labio superior: ahí, cuentan, en esa hendidura tan sui generis como un ombligo, es donde el ángel apoyó su dedo.

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